Lo que se dice

13 jun 2007

El gíglico o el arte de sugerir



Julio Cortázar, ese escritor argentino aunque nacido en Bruselas, inventa un lenguaje al que él llamó gíglico, una muestra de ello es el capítulo 68 de su obra maestra Rayuela. Es un lenguaje que sugiere, que evoca, que dice sin decir. La creación del mismo algunos lo han achacado a una borrachera, otros a una "lucha" entre amantes, otros únicamente a la búsqueda de la transmisión narrativa sin usar palabras del diccionario con el único propósito de que sea el lector el que encuentre sus propias conclusiones... pero quizá sea una mezcla de todas ellas, ¿quién sabe?

Y buscando conclusiones, con este texto se puede llegar a mil sitios, ¿verdad?

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

12 jun 2007

Quiero



Este poema es una muestra de las relaciones interpersonales sinceras, de lo que es estar al lado de alguien y no tirar de él, sino caminar con él. Es un pequeño retazo de lo que en definitiva es el verbo "querer" en su pleno esplendor.

Afortunados aquellos que consiguieron encontrar a la persona o personas (que nunca se sabe) que hayan sabido amarles sin condiciones y con las que puedan contar en la ardua tarea de la vida.

Quiero apareció por primera vez publicado en el prólogo de la tercera reedición de Cartas para Claudia en 1989, y posteriormente en uno de los libros más leídos de su conocido autor, Cuentos para pensar. Este "camino de vida" lo podemos tener en nuestras manos gracias al genial médico psiquiatra y psicoterapeuta argentino Jorge Bucay. ¡A disfrutar sintiendo!

Quiero que me oigas sin juzgarme
Quiero que opines sin aconsejarme

Quiero que confíes en mí sin exigirme
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí

Quiero que me cuides sin anularme
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí

Quiero que me abraces sin asfixiarme
Quiero que me animes sin empujarme

Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí
Quiero que me protejas sin mentiras

Quiero que te acerques sin invadirme
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten

Que las aceptes y no pretendas cambiarlas
Quiero que sepas... que hoy puedes contar conmigo...

SIN CONDICIONES

Mañana de mañana

¿Qué mejor manera de escribir el inicio de una andadura personal que con una melodía personal? Pues eso... nada mejor. Porque si algo bonito hay en el mundo es el sentimiento, las cosquillitas de una canción o el silencio de un abrazo. Sentir, soñar, vivir... y si no morir, que decían aquellos poetas olvidados. Y precisamente por eso viven, porque todos les recordamos a pesar de ser "olvidados", ¡qué paradoja! ¿verdad? Qué locura y cuánta razón tenían...

Quiero verte amanecer y verte anochecer... Así sin aditivos.

 
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