La señora le tendió la mano con indolencia, agitó un par de veces las pestañas pintadas de rimel como el casco de un petrolero, y dijo: "Ah, el cuento del dinosaurio, recién lo estoy leyendo, ya le contaré cuando lo termine".
Nadie dijo nada, naturalmente, pero hay que reconocer al comentario una suicida falta de oportunidad tratándose de un cuento que tiene siete palabras, cuarenta caracteres, diecisiete consonantes, veintiuna vocales, cuatro tildes – Cuando despertó, el dinosaurio aún seguía allí –, y que pasa por ser el más corto de la historia de la literatura, tan corto que una señora decente puede leerlo de un tirón mientras suspira.
Y para aquel que no lo conozca, aquí os dejo una parte importante de la obra de Monterroso para que os hagáis una idea de cómo son sus escritos.
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