Lo que se dice

4 nov 2007

Canto a la belleza de las ruinas



Hace mucho tiempo que quería escribir por qué decidí llamar a este espacio "El amargo don de la belleza", pero entre unas cosas y otras nunca me puse, pero ya va siendo hora. A ver qué sale.

Pues de una manera que aún no se ha reflejado aún en este blog tengo verdadera adoración por Egipto y toda su historia antigua, su arquitectura, sus personajes y sobre todo sus "mujeres", aquellas mujeres que marcaron el rumbo de la historia a las orillas del Nilo. Aquel que me conoce bien lo sabe.

Pues haciendo gala de mis palabras, una de las historias más apasionantes que leí en su día fue el libro que da nombre a estas páginas, del genial "espejo" de Egipto Terenci Moix. Más aún cuando el libro me lo regalaron (y por supuesto dedicaron) y me llegó a calar hondo, sobre todo por las palabras que la persona en cuestión me dijo del título, que por ser algo demasiado personal no voy a reproducir, pero que cada cual baraje las opciones, creo que no hay muchas para mi desgracia.

Os dejo aquí el inicio del libro, para mí uno de los mejores textos de la literatura de los últimos tiempos. Sin lugar a dudas Moix debía sentir que la cima de su carrera había llegado tras escribir estas letras, desde luego yo si escribiera algo así ya me retiraba.

"Quisiera ser el mendigo que cuenta historias en la puerta de los templos, el que fascina a los niños y hace que se detengan los caminantes, atraídos por tantas maravillas. Si fuese ese mendigo, gran señor de las palabras, contaría las historias que han enardecido a los pueblos del Nilo desde el principio de las generaciones; expondría las cuitas del náufrago que llegó a la isla donde vivía el gran dragón, las disputas de los Dos Hermanos, los viajes del médico Sinuhé o la lucha de Horus contra las fuerzas del mal en la región de los grandes pantanos. Sería acaso un buen narrador de lo que otros contaron mucho antes, pues el hombre ha vivido el mismo sueño desde el principio de los tiempos. Y el tiempo no es más que un sueño narrado por los mendigos ante la puerta de los grandes santuarios".

Este es tan sólo el inicio de una fascinante historia que transcurre trece siglos antes de Cristo y que hace alusión hacia constantes reflexiones sobre los movimientos del corazón humano. Con la delicadeza de un pintor de acuarelas y el amor al detalle de un miniaturista el autor nos transmite la historia en el Nilo desde la mirada del protagonista Keftén, un pintor cretense.

En esta obra, Terenci Moix volvió a unir sus grandes pasiones de las que siempre hizo gala: en primer lugar su amor por lo que él llamaba su segundo país natal, Egipto, y más concretamente el Egipto de "la noche de los tiempos", la noche de los grandes faraones; después su mitomanía, manifestada a través de la adoración por la belleza y la magnificencia de sus personajes, generalmente mujeres.

Si no habéis tenido la oportunidad de ojear ni de leer esta novela, os animo desde aquí a hacerlo, porque desde luego merece la pena. Ya me contaréis, que os aproveche el empacho de letras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya, no tenía ni idea de donde provenía :-P

Me has picado la curiosidad, prometo leérmelo estas Navidades

Nadym dijo...

Ya, ya, ni idea con lo tú sabes... Pues ya podrías haberte puesto a rastrear, eh :-P

Leelo, yo creo que no te defraudará y si es así, dímelo y nos cargamos a alguien juntas, jeje.

 
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