Él viene y se va, anima, alienta, seduce corazones, los parchea y los vuelve a abandonar. Elige el camino de huellas pasadas, de horizontes perdidos pero no olvidados. Entierra recuerdos y saborea los ardores de un camino herido apartando el óleo, la dulce pintura de estelas en el mar que su antiguo barco le brinda, la luz dorada de la estrella que le mira, que le entrega la sonrisa y la manos suave del éxito en la vida. Una tierra mucho más definida que lo que busca, sin un fin concreto, sin límites pero escurridizo al fin y al cabo.
Eso es precisamente lo que distingue su vida de la de quienes lo adoran, su falta de adoración, o su adoración equivocada, el rastreo por otros recovecos, por los rincones de lo negro y lo casi extinguido, por donde nunca se verá la luz. El precio de tan sólo uno de sus cabellos cotiza más alto que la más alta empresa de lingotes de oro, benditos cabellos o malditos lingotes, la triste dicotomía de la vida.
Como la línea que separa el pasado del presente, él es fugaz, fuerte, imposible de controlar. Es mucho más impredecible que el débil corazón que inútilmente intenta detenerle. Es todo lo contrario que su recuerdo elevado a su máxima potencia, convertido en la añoranza de su presencia con el paso del tiempo, que a su vez se sucede a sí mismo mientras el resto de las personas parecen no percibir la misma sensación.
La última vez que sus ojos se clavaron en los míos dejaban la clara evidencia la pálida pintura marrón de la pared que nunca quiso llegar a mirar. La tez de su piel blanca y lisa y el recuerdo de una caricia. Su figura tan leve, tan juvenil como la ropa que lo cubría. Ningún diseñador, ni el propio Versace hubiese sido capaz de encontrar una prenda que hubiese podido realzar más cualquiera de sus imperfectas virtudes. No era llamativo a simple vista, pero es único. Una persona como yo no se hubiese parado nunca a mirarlo por la calle, pero sólo hizo falta indagar un poco bajo esa media sonrisa. Sin embargo cuando vi que me miraba se paralizó el mundo y no existió nadie más en la faz de la tierra. Cuando me di cuenta de que me sonreía a mí y no a otra la nieve empezó a arder en las blancas montañas de cualquier sierra ...
4 comentarios:
¿Dónde estabas metía?? Ayyy! menudo puente que te habrás pegadooo ;)
Jeje, a saber donde me meto, ni yo misma lo sé, qué te voy a decir a ti. Pero creo que te estás equivocando y creo que no quieres que te cuente mi puente, que ha sido buf de P.M., entre el curro y que he tenido un bodorrio imagínate, pero seguro que habrá tenido algo bueno, como el de todos. Ya me pongo las pilas de nuevo, no problem. Un beso.
jajajajaja... totalmente de acuerdo.. Es peor tener una boda que tener que currar en un fin de semana...
Ya te digo, y si confluyen las dos cosas pa habernos matao!!!
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