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Ya escribí en mis inicios en el blog sobre las diferentes formas de segar una vida. Todas realmente horribles y para mí injustas. Pero al parecer, en la Edad Media, las ejecuciones de los presos en la plaza pública también eran un mercado negro, sobre todo debido a las creencias ancestrales.
Todo se comercializaba en esas plazas, comenzando por las sogas de las horcas, que al parecer tenían virtudes curativas y se vendían al mejor postor. ¡Qué alegría y qué alboroto!
El "sebo" de los ahorcados también se comercializaba, sobre todo era usado para fabricar velas, que según se creía podían alumbrarse tesoros ocultos con ellas. ¿Y quién no querría encontrar un tesoro a cambio de un precio "tan bajo" como una mísera vida?
La mandrágora, planta considerada la panacea de todas las enfermedades, que crecía, según la creencia popular, al pie de los patíbulos, tenía las facultades curativas porque era regada con el semen de los ahorcados.
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