Los niños no tienen un pasado; todo lo que cuenta para ellos es el momento presente.
Todo ser humano, en algún momento, ve una tragedia cruzar por su vida; puede ser la destrucción de una ciudad, la muerte de un hijo, una acusación sin pruebas, una enfermedad que invalida para siempre. En ese momento, surge una pregunta: "¿Por qué te aferras tanto a una existencia tan corta y tan llena de sufrimiento? ¿Cuál es el sentido de tu lucha?" Quien no sabe responder, se conforma. Quien busca un sentido para la existencia, considera que el destino ha sido injusto y decide desafiarlo. En ese momento desciende un fuego de los cielos, no aquel que mata, sino el que destruye las antiguas murallas y da a cada ser humano sus verdaderas posibilidades. Los cobardes nunca dejan que su corazón sea incendiado por ese fuego; todo lo que desean es que la nueva situación vuelva rápidamente a ser lo que era antes, para poder continuar viviendo. Los valientes prenden fuego a lo que era viejo y, a costa de un gran sufrimiento, abandonan todo y siguen adelante. "Los valientes siempre son obstinados".
Precisamos escoger y no aceptar nuestro destino. Cada uno tiene un nombre de cuna, pero tiene que aprender a bautizar su vida con la palabra que eligió para darle un sentido. ¿Se puede borrar del corazón el dolor de una pérdida? No. Pero puede alegrarse con una ganancia. Las tragedias ocurren, pero nada de esto tiene importancia, pasaron y listo. A partir de ahí tenemos que olvidar el miedo que nos provocan e iniciar la reconstrucción. Las tristezas no se quedan para siempre, cuando caminamos en dirección a lo que siempre deseamos.
Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Ante una segunda oportunidad: no cometas el mismo error dos veces. Nunca te olvides de la razón de tu vida.
Precisamos escoger y no aceptar nuestro destino. Cada uno tiene un nombre de cuna, pero tiene que aprender a bautizar su vida con la palabra que eligió para darle un sentido. ¿Se puede borrar del corazón el dolor de una pérdida? No. Pero puede alegrarse con una ganancia. Las tragedias ocurren, pero nada de esto tiene importancia, pasaron y listo. A partir de ahí tenemos que olvidar el miedo que nos provocan e iniciar la reconstrucción. Las tristezas no se quedan para siempre, cuando caminamos en dirección a lo que siempre deseamos.
Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Ante una segunda oportunidad: no cometas el mismo error dos veces. Nunca te olvides de la razón de tu vida.
Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea.
Paulo Coelho, La quinta montaña
Paulo Coelho, La quinta montaña
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